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SUS OJOS

Caminaba entre hojas de otoño masticando los mismos sentimientos de siempre, solo que en vez de salirse en resbalosos suspiros impactaban contra el barbijo turbio.

Los perros de mi mamá iban unos cuantos metros adelante mío, casi se perdían de vista entre los árboles de un perpetuo socorro.

Siempre camino como si pateara latitas, pero está vez pateé una piedra y fue a parar a los pies de un muchacho.

—Ey, amiga, me daría unos pesos, o algo que le sobre.

—No tengo unos pesos…

—Sos muy linda vo…

—Gracias, vos también—dije y vi que de la vereda de enfrente cruzaba su compañera.

Seguí caminando aterrada porque el piropo que acaba de decir no se transformara en algo no deseado. El muchacho era guapo de verdad. Mediría un metro ochenta, con unos ojazos azules grises que me impactaron, bocudo, bronceado eterno, jogging gris, buzo de San Lorenzo y unas inmensas zapatillas.

— ¿Qué le dijiste? —se escuchó como la piba le gritaba al pibe.

El agarró el carro y tiró… se perdieron en viejas nadas.

“Ya cuando nacemos estamos destinados… ¿Por qué?” Estaba confundida. El muchacho era lindo de verdad. Seguro si hubiéramos ido al secundario juntos me lo hubiera garchado. Pero él debe haber nacido en un barrio humilde y yo pertenezco a la insoportable clase media que te pide a gritos que no seas pobre y entonces uno sale corriendo a comprarse un iPhone para demostrarle al mundo que jamás será “uno de esos”.  Y no lo llaman “cel” o “celular”, lo llaman IPhone. Porque no es un cel, es un IPhone que me aleja de la pobreza un rato.

Continué la caminata, sí ya sé que no se debe caminar tanto. No había nadie en la calle. Solo esos dos chicos y yo. Le devolví los perros a mi madre y cuando volvía a casa vi la imagen que pongo más abajo.

Pensé que era yo vista desde otro ángulo, y no el ave que se ahogaba entre sucios cables.   

DIFICULTAD DEL DÍA DE HOY: Ya es demasiado tarde y lejos para pensar en estas cosas.

COSAS RARAS: No puedo sacar de mi mente los ojos de ese chico.




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